miércoles, 27 de agosto de 2008

DE ASOMBROS Y ASOMBRADOS

(Poesía del Efluvismo)
26 de marzo del 2007


1. El asombro no tiene cuerpo, el asombro tiene poesía. La poesía del asombro, asombra la carne y la entumece. Te hincha el pensamiento y te alumbra la conciencia.


2. Un chispazo, un rayo fulminante, derriba las paredes del miedo y el ostracismo va al ocaso de un espejo muerto en la cuaresma. Donde nunca se ha partido la espuma de una ola en vuelo.



3. Todo lo guarda la luz, arrebato de sombras. Todo se vierte en los ojos desorbitados del asombro y quedamos asombrados del día y la última sensación que nos quedaba.



4. Guárdate este momento en la turbada ignorancia del arrebato, en la órbita permanente de la galaxia de tu sonrisa, que se esparce sobre las aguas, sobre los sueños bruscos que turbados miraron al cielo.



5. Nada en el hielo deja la huella del recuerdo y los témpanos del pasmo pasma de nuevo en la cara, en la escalera que mojada va a los aguaceros y la nube blanca de la madrugada. La que arrastra, la que mueve los diamantes, las minas, las piedras del desierto.


6. Tengo tiempos y escarchas, entre el amor y las soledades; asombros repetidos en las pupilas y como un dinosaurio de luces, tengo el miedo en mis cavernas, con sus tridentes y machetes, con su rosario de dudas.



7. Andamos por andamios de luces, increadas maneras de sentirnos, de sesgar el trigo en el silencio, de escuchar sonidos en la conciente amplitud del logo. Aún nos quedan peces respirando en el estómago, ácidos asidos en paredes y yerbas. No queremos encontrarnos entre tumultos y tormentas, agitando truenos y estrellas en los meandros cósmicos del relámpago.



8. Todas las curvaturas, se llenan de líneas rectas, curvando la esencia, la impávida presencia de ojos en la tierra, entre las trincheras del odio y la vergüenza.



9. Tendemos las manos, como si una constelación de dedos prolongaran sus falanges hasta otras regiones, como si buscaran un taller de falanginas para alcanzar las nubes blancas del deseo.



10. Ya nadie puede estar ausente en la ausencia quemada, en el discreto vaivén del sueño. Siempre han de quemarse estos desatinos en los llanos de las salamandras, en la pasión primera de Pitágoras, en el número romano del verbo.



11. Flores y mandrágoras de repente en los bosques de la mente. Piedra y crisol en la órbita perdida de la lengua después del beso. Todo se ha derramando en la cama como vertientes de otros colores, otros arrebatos quemantes; otras auroras derruidas en nuestras manos.



12. Los ojos se abrieron, despertaron los umbrales de las puertas, y en los incendios quemados de las sombras se mueren los paisajes del olvido.



13. Sentarse a la otra orilla, a la ventana del miedo, donde salen las almas repetidas y la muerte se congelada sin remedios. Así estaremos empujados por el día, atrapados y sin sentido en las corolas movedizas de la imagen, de la plenitud congelante del abismo.



14. Se asombra el agua en círculos que vuelan, en los asombros de los peces desorbitados, en la ribera, en las piedras sumergidas y en los faros



15. Se asombran los espejos de las sombras en la placidez de los calamares, en los brazos sinuosos de los pulpos. Todos llegamos a la agonía del misterio, a cruzar las puertas, abiertos parpados que llegan hasta los umbrales, hasta la vertiente baja de la estrella.



16. Se asusta el agua, en la boca de los insectos que la lamen, en alfileres del sol que les rebota, en la sombra de los arboles quebrados. Se asusta el trigo sin la siega, de los pájaros en vuelos rasantes, del muchacho navegando.

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